Y ahora, en nombre de nuestro amoroso, liberador y vivificante Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.

¡Buenos días, Iglesia Episcopal! ¡Aquí estamos! ¡Aquí estamos! ¡Aquí estamos!

Yo creo que fue el Secretario Barlowe en una de las sesiones introductorias hace algunos meses, una de esas sesiones de orientación hace algunos meses, quien dijo que la temática de la ciudad de Austin era “Que Austin siga siendo insólita” y dijo que tenía plena confianza de que sería capaz de lograr eso. Pues, es estupendo, muy estupendo estar aquí.

Permítanme, si así lo desean, ofrecer una reflexión sobre las palabras de Jesús, las que acaban de oír del capítulo 15 del evangelio de San Juan, lo que sucedió en la Última Cena, no mucho antes de que Jesús mostrara lo que es el amor, dando de sí mismo, llegando a sacrificar el propio ser por el bien y el bienestar de otros.

En la Última Cena Jesús dice: “Yo les doy un nuevo mandamiento”, no una nueva opción, “un nuevo mandamiento yo les doy: que se amen los unos a los otros”. Fue en la Última Cena cuando les demostró lo que era el amor tomando una toalla y lavando los pies de sus discípulos.  En la Última Cena, “como el Padre me ama a mí”, dice, “así los amo a ustedes. Permanezcan, pues, en el amor que les tengo”. Cuándo Jesús sabía que el mundo se vendría abajo, cuando sabía que la incertidumbre y la ambigüedad estaban en el aire, cuando sabía que no estaba seguro de saber, precisamente, lo que vendría más adelante, y todo lo que podía hacer era confiar en el Padre, y dejarlo en las manos del Padre a través de las manos de un imperio. Y es entonces cuando les dijo a ellos lo que nos estaría diciendo a nosotros “Yo soy la vid, y ustedes son las ramas”. No sé si lo escucharon, pero “Yo soy la vid, y ustedes son las ramas”. ¿Lo han escuchado? “Yo soy la vid, y ustedes son las ramas.” ¿Lo escuchan susurrar ustedes, Rama Episcopal del Movimiento de Jesús? “Yo soy la vid y, ustedes son las ramas”. “Permanezcan unidos a mí, y yo unidos a ustedes, pues sin mí” atención a esto, “pues sin mí, no pueden ustedes hacer nada. Pero permanezcan unidos a mí, y darán mucho fruto; y así prueban que son verdaderos discípulos míos”,

Permítanme, si así lo desean, reflexionar sobre esto, el texto del Movimiento de Jesús, utilizando otro texto. A mí me dijeron en el seminario que nunca hiciera eso, pero ya hace casi cuarenta años que salí del seminario. Hay, sin embargo, otra historia de la Biblia, en el evangelio, que realmente puede iluminarnos sobre lo que Jesús estaba sugiriendo aquí. Yo soy la vid y ustedes son las ramas. Permanezcan unidos a mí como yo estoy unido a ustedes. Porque aquellos que permanecen unidos a mí, darán mucho fruto; y prueban que son discípulos míos. ¿Cómo es eso, Señor? Con esto todo el mundo sabrá que ustedes son mis discípulos, no que puedan recitar el pacto bautismal, lo cual es importante, y es importante, no que nos sepamos el Credo Niceno de memoria, o cualquiera que sea la versión con la cláusula que dice “y procede del Hijo”, o sin ella. Esto es importante, pero no lo es todo, no es que nos sepamos el Credo de san Atanasio y el final del Libro de Oración y todos aquellos documentos históricos que sólo los historiadores son los únicos que los leen. No. ¿Cómo entonces sabrá el mundo que ustedes son mis discípulos? Jesús dice que nos amemos los unos a los otros. El amor es el camino. El amor es el único camino. Aquellos que siguen mi camino, siguen el camino del amor incondicional, desinteresado y sacrificado. ¡Y esa clase de amor puede cambiar el mundo! Es esa clase de amor.

Sin embargo, la pregunta es ¿cómo? ¿Cómo lo logramos? Gente joven, el miércoles pasado yo estuve con Presencia Juvenil, que seguro estarán aquí en algún lugar, no sé donde —¿dónde están todos? Oh, ¡ahí están, muy bien, ahí están ellos! Estuvimos hablando sobre esto el miércoles y alguien dijo “¿Cómo seguir a Jesús en el camino del amor en un mundo que es profundamente indiferente?” ¿Cómo lo logramos?  Este mensaje es para ustedes. Déjenme que yo les hable a ellos, y yo quiero que ustedes sean como Sara, la de la Biblia, y escuchen a escondidas en la tienda.

Para eso hay una vieja canción que podría ayudar. Dice:

Tengo mi mano en el arado del Evangelio
No me llevaría nada para el camino
No pierdas de vista el premio
Aguarda, aguarda
No pierdas de vista el premio
Aguarda

Tengo mi mano en el arado del Evangelio
No me llevaría nada para el camino
No pierdas de vista el premio
Aguarda, aguarda
No pierdas de vista el premio
Aguarda

Ahora bien, tengo la impresión de que hay varios pasajes bíblicos detrás de esta canción, pero uno de ellos viene directamente del capítulo 14 del evangelio según san Mateo. Y en el capítulo 14 del evangelio según san Mateo Jesús ha enviado a sus discípulos, por lo menos a algunos de ellos, a que cruzaran el mar.  Y entonces les dice que se suban a la barca y les dice “id vosotros a la otra ribera”. Ese “id vosotros” era la versión de la biblia del Rey Jacobo pero eso fue lo que Él […] “id vosotros a la otra ribera”. Y cuando estaban en aquel peligroso viaje, en el mar de Galilea, en medio de la noche, si lo vemos así, se desata una tormenta y ellos temen por sus vidas, porque están en medio de la noche. Y esta es la noche, sin luz natural. Esta es una noche sin luz artificial. Todo lo que tenían, si es que tenían lámparas en aquella barca, eso era todo. Era LA NOCHE. James Weldon Johnson dijo alguna vez “Más oscuro que una medianoche en una ciénaga de cipreses”. ¡La noche! Y tenían miedo porque ni siquiera podían ver el viento y la lluvia, pero sin embargo podían sentir ¡cómo los zarandeaban de un lado para otro, de un lado para otro!

Y entonces, cuando ya la oscuridad era la más profunda, cuando todo era incierto, Pedro miró hacia la distancia donde pudo ver una figura caminando hacia ellos. Y siguió mirando. Incluso se mantuvo parado en el bote mientras la barca se mecía. Imagínense a los otros tratando de sostenerlo. Y aquella figura seguía acercándose. Y al principio pensó que se trataba de una alucinación. Y luego pudo determinar el rostro. Y era Jesús,  que estaba caminando sobre el agua. Y Pedro, sin ni siquiera pensarlo, dice: “Señor, si eres tú, pide que yo vaya a ti sobre las aguas.” Y Jesús dice: “Entonces, ven, hermano” y Pedro salta del bote y comienza a caminar sobre las aguas, en dirección a Jesús, ¡y realmente lo hizo! Apenas lo vio, dijo “¡Señor!”. Siguió caminando, “¡Señor! ¡Eres Tú!” Pero luego miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba en uno de esos momentos cuando uno dice “¡Oh, Dios!”. Y la Escritura dice –Mateo hilvana diestramente esta historia– dice que cuando Pedro observó el viento y las olas y la tormenta a su alrededor, entonces perdió de vista a Jesús y más bien se concentró en la tormenta y ¡AHÍ es cuando empezó a hundirse!

Oh, hermanos míos y hermanas mías, ¡yo creo que aquí hay algo!

¡Tengo mi mano en el arado del Evangelio!
No me llevaría nada para el camino
¡Tan solo no pierdas de vista el premio!
¡Aguarda! ¡Aguarda!

¡No pierdan de vista el premio!
Aguarden.

Oh, ¡seguro que aquí hay algo! Ahora bien, no me voy a extender mucho, voy a llegar a una conclusión…

Sin embargo, hay algo de sabiduría aquí, puesto que en la versión de Mateo quiero que se den cuenta de que la tormenta no cesa. Esta no es una historia acerca de Jesús calmando las aguas. Esto es acerca de Jesús, la tormenta se desata. Aunque si quieren saber cómo comportarse frente a una tormenta, me gustan Rodgers y Hammerstein, [figuras del teatro musical], pero esa probablemente no es la mejor manera de hacerlo. ¿Quieren saber cómo comportarse despreocupadamente en la tormenta? ¡No pierdan de vista el premio! Mantengan la vista fija en Jesús, en sus enseñanzas, en su espíritu, para permanecer unidos a Él, habitar en Él, vivir en Él. Cuando ustedes viven en Él, ¿saben qué? ¡El empezará a vivir en ustedes!

¡Eso es lo que está sucediendo!

Pero lo asombroso acerca de esto es que, sí, Pedro camina sobre el agua –eso es lo que es realmente asombroso. Quiero decir, a mí no me sorprende que Jesús camine sobre el agua. Éso es lo que se supone que tiene que hacer. Quiero decir, Él es el Señor, y eso es lo que yo esperaría que hiciera el Señor. Lo que me sorprende es que Pedro lo haga, y si ustedes analizan ese proceso cuando Pedro lo está haciendo, es cuando Pedro –Dietrich Bonhoeffer– estoy llegando a una conclusión, tranquilos, tranquilos. Cuando Pedro […], Dietrich Bonhoeffer lo dijo cuando escribió un libro titulado “El Costo del Discipulado” y de lo que hablaba, es una exposición del Sermón de la Montaña, Mateo capítulos 5, 6 y 7, cuando Jesús dice cosas como: “Amen ustedes a sus enemigos” y Bonhoeffer dice, lo que yo pienso que está sucediendo es que tenemos a Jesús compartiendo estas enseñanzas acerca de cómo vivir una vida de amor. Pero si se acercan a ellas como si fueran asuntos mecánicos o legalistas, entonces van a tropezar.

Bonhoeffer dice que la clave es no convertir las enseñanzas de Jesús en una nueva ley. La clave está en es arrojarse a los brazos de Dios. Arrójense a los brazos de Jesús. Y será entonces cuando podrían realmente aprender a amar a un enemigo. Por tanto, ustedes orarían por aquellos que los maldicen. Por tanto, sabrían lo que es estar bendecido. Los pobres. Los pobres de espíritu. Los compasivos. Los hace tener hambre de la justicia de Dios.

Arrojarse a los brazos de Jesús.

¡Tengo mi mano en el arado del Evangelio!
No me llevaría nada para el camino
¡No pierdas de vista el premio!
¡Aguarda! ¡Aguarda!

¡No pierdan de vista ese premio!
Aguarden.

Bueno, ahora les voy a pedir que hagan algo.  Yo he sido un episcopal toda mi vida, así que yo sé cómo los episcopales dicen no, simplemente quedándose callados.

Hace ya varios meses que invité a un grupo de episcopales, clérigos, laicos, obispos, apenas un cierto tipo de personas, y entonces les pedí que vinieran y nos reuniéramos, es decir, que vinieran y estuvieran un rato para ayudarme a pensar mediante la oración acerca de cómo ayudar a nuestra Iglesia a que profundizara más en el Movimiento de Jesús, no sólo de palabra, sino de obra, una u otra, pero que sea de veras. ¿Cómo le vamos a ayudar a nuestro prójimo a que se arrojen a los brazos de Jesús? ¿Cómo me vas a ayudar a mí a hacerlo? Porque es que yo sé que cuando lo hacemos, y permanecemos unidos a Él, daremos fruto como nunca lo imaginamos. Pero tengo que admitir que Michael Curry no tenía la respuesta. Todavía no. Sin embargo, ustedes estarán diciendo, ¿qué va a decir entonces para el resto del sermón?

Entonces nos sentamos, nos encontramos en el aeropuerto de Atlanta, ya que era más o menos fácil y un lugar cómodo para estar. Nos encontramos en el aeropuerto de Atlanta y entonces nos enclaustramos, por decirlo así, celebramos la Santa Eucaristía, dijimos nuestras oraciones y nos quedamos ahí. Nada de cenar y brindar en Atlanta. No nos metimos en el bajo mundo de Atlanta. No disfrutamos el conocido pollo frito de Paschal’s, aunque nos hubiera gustado, pero, aun así, no lo hicimos y nos enclaustramos en Atlanta. Simplemente nos quedamos ahí y seguimos discutiendo, y ellos seguían presionándome y así seguimos en esos tira y afloja, hasta que finalmente nos dimos cuenta de que no necesitábamos salir con un nuevo programa para la Iglesia. Ya tenemos programas, nada está mal, pero nosotros no necesitamos un nuevo programa. No necesitamos un nuevo programa. No. No. Nos dimos cuenta de que ¡esperen un momento, no necesitamos hacer nada nuevo!

Jesús lo dijo en el evangelio de Mateo: “Cuando un maestro de la ley se instruye acerca del reino de los cielos, se parece al dueño de una casa, que de lo que tiene guardado sabe sacar cosas nuevas y cosas viejas”. Entonces nos dimos cuenta de que ya tenemos lo que necesitamos en la tradición de la Iglesia que viene de siglos atrás. Durante siglos las comunidades monásticas y las comunidades religiosas y la gente de fe que se han adentrado más hondo en su fe han vivido según lo que ellos llaman una norma de vida. Un conjunto de prácticas espirituales por el cual se comprometen a seguir su vida, prácticas que los ayudan a abrir el alma, a abrir el espíritu, que los ayudaron a encontrar su camino, el camino de arrojarse a los brazos de Dios. Lo han estado haciendo por mucho tiempo. Si no me creen, pregúntenle a san Benito. Lo han estado haciendo por muchísimo tiempo y nosotros nos preguntamos entonces qué pasaría si les pidiéramos a cada uno de los fieles episcopales que adoptara lo que estamos llamando el camino del amor, las prácticas para una vida centrada en Jesús. ¿Qué podría pasar? Y entonces congregamos a varias personas, algunas de las comunidades monásticas nos tendieron una mano, algunos de los eruditos de la teología también nos tendieron una mano. Gente de la que ofrece capacitación en la Iglesia, gente que sabe cómo funcionan las cosas. En fin, tenemos lo que necesitamos. Está ahí en este recinto. Está en la Iglesia. Los juntamos a todos y les pedimos, ayúdennos. Y esto es lo que propusieron. No es un programa. ¿Pero si lo entienden todos? Sáquenlo, sáquenlo. Aquí sale el viejo sacerdote de parroquia que hay en mí. Yo siempre le daba a mi congregación alguna tarea y un volante. ¿Recibieron un volante? ¿Todo el mundo lo recibió? Si lo encontraron, digan “¡Amén!”

Si no pueden, digan “Ayúdame, Señor.” Y observen esa primera [pregunta] que dice “¿Qué estamos buscando?” Buscamos el amor. Porque lo que todos necesitamos es ser amados. Nosotros hemos sido creados por Dios, del cual la Biblia dice que es amor. Nosotros hemos sido creados para ser amados y para amar. Buscamos la libertad. Todo hijo de Dios está destinado a respirar con libertad. Buscamos la vida abundante, no una vida de baratillo, sino algo verdadero. Quizás todo esto se puede resumir cuando decimos que buscamos a Jesús. Buscamos a Jesús. Ellos propusieron algunas palabras, y hay una variedad de cosas en línea para ustedes y debe estar ya publicado, espero que en este momento. Pues sí, algunos están asintiendo con la cabeza, ya está publicado, las fuentes están ya ahí. Todo esto viene de la gente en esta Iglesia. El tesoro ya lo teníamos aquí.

Se pone en marcha. Es un cambio de rumbo. Es decir, viraje, arrepentimiento, una palabra en clave para decir arrepentimiento. Supusimos que íbamos a asustar a todo el mundo si desde el comienzo lo llamáramos arrepentimiento. Pero en realidad es un viraje. El arrepentimiento no se trata de regañarse uno mismo con dureza sino de hacer un viraje de las viejas maneras que no funcionan. de los viejos hábitos y virar, virar, como cuando una flor se gira en la dirección del sol. ¡Cambien de rumbo! Y luego, aprendan. Oh, la Biblia es un gran libro para eso. Yo no sé si será el libro más vendido en la lista del New York Times, pero lo que sí sé es que debiera ser es libro número uno, el más vendido en la Iglesia Episcopal. A todos mis amigos baptistas les recuerdo que nosotros les dimos la versión de la Biblia del Rey Jacobo. ¡Cambien de rumbo! ¡Aprendan! ¡Oren! ¡Rindan culto! ¡Bendigan! Oh, hemos sido bendecidos para ser, a su vez, una bendición. ¿De qué manera pueden ustedes bendecir este mundo? ¿Cómo pueden bendecir a otros? ¡Bendigan! ¡Y luego emprendan! ¡Emprendan! ¡Vayan y hagan discípulos! ¡Vayan y proclamen las buenas nuevas! ¡Vayan y sean mis testigos en Jerusalén, Judea, en Samaria, en la Galilea del siglo primero y en Austin del siglo veintiuno! ¡Emprendan! ¡Y luego, reposen! El descanso del sábado está en Génesis por alguna razón. ¡Reposen! Quiero pedirles que piensen en un compromiso. Quiero pedirles, no solo a ustedes, sino a cada uno de los fieles episcopales a comprometerse a lanzarse a los brazos de Jesús. Y que luego viva la vida a partir de eso. Y estas herramientas pueden ayudarlos. Claro, alguien se estará preguntando ¿funcionará esto? No estamos lejos de California, y ya sabemos que ellos ponen a prueba todo en el llamado Silicon Valley. Que el Obispo de El Camino Real, el Obispo de California se den cuenta de lo que estoy hablando, de que todo tiene que ponerse a prueba. Y me alegro que hayan hecho esa pregunta, puesto que ya la veía venir. Puesto que, la verdad sea dicha, esto funciona. Ya ha sido puesta a prueba en el terreno. ¿No me creen acaso? Pues, lean los Salmos de David. En los Salmos de David, el salmista dice: “en la mañana, al mediodía y en la noche ofrezco mis oraciones a ti”. Esta es una norma de vida. Es un marco con tiempos y lugares y una manera de orar. ¿Acaso no cree, no cree en los Salmos de David? entonces vaya al Nuevo Testamento. San Pablo. Aunque claro, yo conozco personas que tienen sus reservas con san Pablo, pero a mí no me preocupa eso, como solía decir mi abuela: “San Pablo era como un predicador cualquiera. Tenía unos sermones muy buenos y otros no tan buenos. El problema es que los pusieron todos en la Biblia.” Oh, he ahí el problema. Así es. Pero déjenme contarles algo. Pablo estaba pasando por un buen momento en Primera de Corintios, capítulo 9, cuando dice que se entrena a sí mismo como un atleta. Entrena su espíritu como un atleta, como un gran músico. Se entrena a sí mismo practicando. Alguien me preguntó ¿cómo vive usted una vida sacrificada y amorosa? Bueno, supongo que es de la misma manera que lo hace un socorrista, un bombero. Ellos han practicado. Ellos han practicado para salvar vidas. Y cuando llega ese momento, se trata de instinto. Las prácticas espirituales son la manera como practicamos para cuando llegue ese momento y el Espíritu se mueve a través de nosotros.

Si todavía no me creen, con este tema ahora realmente me voy a sentar. Espero no haber hecho un desbarajuste con el horario del Secretario, quien está por allá atrás, y no puede hablar. No me puede parar. En 1963, en Birmingham, Alabama, la gente de mi madre proviene de Alabama. La gente de mi padre proviene de Alabama. Alrededor, no lejos de Birmingham en 1963, Birmingham era una ciudad que no era entonces lo que conocemos, y estamos agradecidos de ver, hoy día. Es una ciudad diferente. En 1963, el sheriff de Birmingham era un hombre llamado Bull Connor. Creo que debió haber sido un episcopal, pero no voy a investigar demasiado en el asunto. Bull Connor, es decir, Birmingham estaba tan segregada hasta donde ya no podía ser más segregada. Birmingham era vista como uno de los lugares más incorregibles en todo el sur. La Conferencia Sur de Liderazgo Cristiano determinó que tenían que adoptar una postura de resistencia en Birmingham con el fin de transformar el sur y eventualmente todo el país.

De esta manera, el Dr. King y otros fueron a Birmingham y fueron a Alabama. La Alabama que conocemos hoy no es lo que era entonces Alabama. Alabama, Birmingham, Iglesia Baptista de la Calle 16, mi tía Callie enseñaba en la escuela dominical de esa iglesia, en 1963. En aquel año, cuatro niñas que hubieran crecido hasta llegar a tener mi edad fueron asesinadas en la escuela dominical cuando una bomba que había plantado un miembro del Klan explotó en la iglesia. En Birmingham, en 1963, cuando la gente joven marchaba, los rociaron con agua de las mangueras contra incendios y los perros pastor alemán los atacaron bajo la dirección de la policía. Birmingham, Selma, puente Edmund Pettus. Uno de los nuestros, Jonathan Daniels, entregó su vida en Alabama. La Alabama de hoy no es la misma de ayer porque alguien estuvo dispuesto a amar incondicional, desinteresada y sacrificadamente. Y todos ellos eran negros y blancos. Eran protestantes, católicos, judíos y musulmanes. Eran el pueblo de Dios y de buena voluntad.

Como parte de su preparación para la protesta no violenta, el Dr. King elaboró una serie de prácticas, una especie de norma de vida. He aquí parte de lo que dijo: “Recuerden, el movimiento de la no violencia busca justicia y reconciliación, no simplemente victoria. Recuerden, siempre caminen y hablen con amor, puesto que Dios es amor. Recuerden, oren todos los días para ser instrumentos de Dios. Recuerden, sacrifiquen sus deseos personales para que todos puedan ser libres. Recuerden, observen tanto con los amigos como con los adversarios, las normas comunes y usuales de cortesía. Recuerden, presten servicios a los demás y para el mundo. Recuerden, absténganse de la violencia del puño y de la violencia del espíritu. Recuerden, esmérense por estar en buena salud física y espiritual”.  Pero la primera norma en la lista que él repetía una y otra vez era esta: “Antes de salir a marchar, antes de protestar, antes de hacer cualquier cosa, mediten en la vida y en las enseñanzas de Jesús”. Hermanos míos y hermanas mías, estoy pidiendo que nosotros como Iglesia Episcopal, no, estoy pidiendo que nosotros como individuos episcopales, pidiendo que nosotros como la Rama Episcopal del Movimiento de Jesús, que antes de comenzar el día, meditemos en la vida y enseñanzas de Jesús. Estoy pidiéndoles que se comprometan a eso. Y nadie va a saberlo, sino ustedes y Dios, pero les estoy pidiendo que se comprometan a eso. Antes de salir a marchar, y mientras estemos aquí en la Convención, antes de que se pongan en pie para hablar ante el micrófono, mediten en la vida y enseñanzas de Jesús. Ahora ya me están siguiendo. Bien. Bien. Están conmigo ahora. Antes de que vayan al dispensador de agua y empiecen a susurrarle algo a alguien al oído, ¡mediten en la vida y enseñanzas de Jesús! Cuando nos vayamos de esta Convención, meditemos en la vida y las enseñanzas de Jesús. Cuando vengamos aquí a adorar, meditemos en la vida y las enseñanzas de Jesús. Cuando salgamos al Centro de Detención Hutton, meditemos en la vida y las enseñanzas de Jesús. Cuando nos unamos a los Obispos Unidos contra la Violencia con Armas de Fuego, meditemos en la vida y las enseñanzas de Jesús. Iglesia Episcopal, únase a mí y meditemos en la vida y enseñanzas de Jesús. Arrojémosnos en Él, y dejemos que Jesús asuma el control.

Yo amo a esta Iglesia. Yo nací y fui criado en ella. Bautizado en el octavo día, no sé qué día era, pero, de todas maneras, fui bautizado como infante de acuerdo con el Libro de Oración Común de 1928. ¡Señor, ten piedad! Mi fajero era esa bandera episcopal. Yo amo a esta Iglesia y la amo porque yo aprendí sobre Jesús, de la cabeza a los pies, en esta Iglesia. Y yo lo sé y lo creo que nosotros en esta Iglesia podemos ayudarle a la cristiandad a recuperar su alma y volver a centrar su vida en el camino del amor, el camino de la cruz, que es el camino de Jesús.

De manera, pues, que Dios los ama. Dios los bendice. Tan solo arrójense en los brazos de Jesús y dejen que esas manos y brazos todopoderosos de amor los levanten.

¡Tengo mi mano en el arado del Evangelio!
No me llevaría nada para el camino
¡No pierdan de vista el premio!
¡Aguarden! ¡Aguarden!
¡No pierdan de vista el premio!
¡Aguarden!

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